Hasta hoy los trabajos académicos sostienen que, en general, las personas con elevados niveles de agresividad se muestran inclinadas a elegir los deportes combativos; los extrovertidos optarán más probablemente por los deportes de equipo y los introvertidos por los individuales.
Esta hipótesis está muy avalada por las estadísticas.
Las actividades individuales, como el tenis, el golf o la natación, no sólo están vinculadas con personalidades competitivas y solitarias, también fraguan sujetos metódicos, disciplinados y apasionados.
Esto se debe a que saben que todo el ritual está estrechamente ligado a su dedicación y a su esfuerzo. No dependen ni están sujetos al rendimiento de unos compañeros de equipo. Sólo se encuentran él y su cabeza, por lo que la concentración pasa a ser una pieza sustancial en esta clase de atletas.
Algo indispensable que se debe entrenar todos los días. Resulta elocuente, entonces, que luego, en su vida diaria, tengan facilidades para abstraerse y focalizarse en un objetivo.
Simplemente están continuando y prolongando el aprendizaje incorporado.
Con el éxito ¿a todas partes? Son innumerables los casos de deportistas que han triunfado en su carrera y, luego, han utilizado ese capital en otros campos, como la política, el periodismo o los negocios. Sacan partido de todo su bagaje, y de esta manera se insertan con un valor añadido.
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